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Apuntes sobre la Guerra de la Independencia en Zamora

 

El 21 de agosto de 1809 D. Juan Pedrero Espinosa, beneficiado del lugar de Tapioles, por mandato del Sr. Comandante francés de Villalpando, con asistencia del Sr. Corregidor de la villa San Martin de Valderaduey, de D. Antonio Peláez, cura párroco del lugar de Villárdiga, y de Cayetano Rodríguez Helguera, escribano de Su Majestad, da sepultura en la huerta de la iglesia de San Martin de Valderaduey"a los cadáveres de las personas ajusticiadas por los franceses en dicha huerta, habiendo precedido la bendición de dicha sepultura, lo que no se pudo ejecutar en la parroquia, según costumbre, por estar corrompidos dichos cadáveres, que fueron los siguientes: El de Josef Carnero, marido de Baltasara Pérez; el de Jerónimo Carnero, marido de Josefa López; el de Joaquín Carnero, marido de Benita Vázquez; el de Manuel Raposo, marido de Antonia Riesco; el de Manuel San Juan, marido de Maria Caviedes; el de Venancio Gómez, marido de Rosalía San Juan: el de Pedro Manio, marido de Isidora Asensio: el de Francisco Fernández, marido de Margarita Dueñas; el de Santiago Fernández, soltero, hijo de los próximos anteriores Francisco y Margarita; el de D. Gregorio Asensio, capellán de la fundada en esta parroquia por Maria Alcalde, hijo de Félix Asensio y de Ana Iglesias, vecinos de la villa de San Martin de Valderaduey; el de un gallego, llamado Josef, cuyo apellido y patria se ignora, que se hallaba entonces segando (como jornalero) en dicho pueblo; el de Manuel Bratos, marido de Teresa Prieto, vecino de Cañizo; el de Francisco Posada, viudo y vecino que era de Cerecinos de los Barrios; y el de Inocencio de Vega, viudo de Maria Antonia Gallego, y vecino de ésta de San Martín; que fueron los únicos que hallaron en las inmediaciones de esta villa; quienes murieron el día quince de dicho mes y año por la mañana, en que vinieron todos los franceses que había en Rioseco y Villalpando a poner en ejecución la sentencia dada contra al villa de San Martin de Valderaduey y sus moradores de saqueo, incendio y horca, la que ejecutaron de orden del general francés Kellerman por medio del general subalterno Thomières que existía en la citada ciudad de Rioseco". (Firma y rubrica D. J. P. Espinosa, para que conste).
Yo, también, he querido copiar el texto íntegramente para que conste y sea tenido como una parte muy importante de su memoria histórica, no menos valiosa que otras más recientes, por los nacidos en San Martín aunque se hallen desperdigados por todos los rincones del mundo, y por los que actualmente lo habitan. Incluyo el nombre de todos aquellos que honraron, con su muerte, el árbol que, ya desaparecido, siguió siendo referencia, hasta tiempos recientes, para hacer una oración por el descanso eterno de los sacrificados en él, cada vez que se regresaba de un entierro.
Los datos macabros que contiene el documento transcrito son ampliados por los vecinos de S. Martín ante el notario de Villalpando José Mª del Mazo. Este nuevo documento nos hace comprender hasta donde llegaron las desgracias de este lugar, masacrado por los extranjeros y esquilmado de lo poco que tenía por los nacionales.
Dada su extensión prescindiré de los párrafos protocolarios y formulismos legales que contiene, así como de las florituras literarias a las que es muy dado el escribano que lo redacta. Su parte fundamental, firmada en San Martín el 9 de diciembre de 1814, dice: "con motivo de haber aprisionado una partida de guerrilla a ocho hombres franceses en las cercanías de esta población, se miró constituida en el más terrible trance y angustia porque, después de haber fusilado a uno de los alcaldes de aquella época y al fiel de fechos, en el día 15 de agosto del año siguiente de 1809 se presentó en ella el gobernador titulado Thomières con un crecido número de tropas de caballería e infantería y, con todo el furor y rabia que es inexplicable, colgó y quedó ahorcados de un solo árbol que había muy inmediato a esta dicha villa hasta catorce de sus vecinos que fueron los que pudo haber a las manos. Saqueó todas sus casas y enseguida las redujo a cenizas quedando a los exponentes en el mayor abandono, tristes y sin más consuelo que el que le prestaban los moradores de los pueblos cercanos adonde se refugiaron".
Por su acta de enterramiento sabemos el nombre de dos nuevos mártires cuyos nombres merecen ser recordados. Se trataba de Domingo Arias, fiel de fechos, y Antonio Osorio, alcalde de la villa de San Martín , que murieron fusilados por los franceses el día 13 de agosto de 1809. Con licencia del párroco y por mandato del comandante francés, el día 14 se dio sepultura eclesiástica en la iglesia a los cuerpos del alcalde, del fiel de fechos y del francés que mataron los soldados españoles cuando llevaron prisioneros a siete de los franceses que estaban de guarnición en Villalpando.
Siguiendo con la lectura del protocolo notarial veremos cómo las penas de los vecinos de San Martín tuvieron una mínima suavización al saber que los franceses consideraron conveniente dispensarlos de todo género de contribuciones. Con este favor "y los cortos remedios de los bienes que no habían perecido en el completo saqueo e incendio […] fueron reedificando sobre los escombros y ruinas de algunas moradas en que pudieron acogerse aunque con mucha incomodidad". Con esa inesperada ayuda y el esfuerzo de los sobrevivientes "en el día se encuentra esta población en términos que pueden habitarla pero viviendo mucha parte de sus vecinos entre los pocos ganados que compraban…"
Esa era la situación en que se encontraba el pueblo en diciembre de 1814, cuando los soldados imperiales habían salido de España y Fernando VII, con todo el absolutismo regio, trataba de poner en marcha nuevamente la nación. Pero lo que más entristece a los habitantes de S. Martín "es que habiendo sido mirados por los enemigos con consideración en materia de contribuciones se encuentran con la inesperada novedad de que ahora que esperaban en un todo su alivio […] se la aflige con pedidos exorbitantes de tal suma que cuando en el año de ochocientos y ocho no llegaba su paga anual a dos mil reales, ahora se acerca a mil y quinientos mensuales, según el repartimiento que se hizo de orden del intendente de Zamora […] sin contar otras cargas muy pesadas que se imponen, como bagajes, raciones de pan, cebada y otras de este jaez…"
Con toda crudeza exponen su situación solicitando del Rey y sus Consejos la exención de las contribuciones hasta que "este pueblo llegue a conseguir una completa reedificación y ponerse de tal modo que pueda se útil al Estado, a cuyo tiempo satisfará las cargas que, con la debida proporción a su vecindario, se le impusieren".
No conocemos la respuesta real a tan justificada súplica. Quizás aparezca cualquier día en los archivos palaciegos, y nos gustaría saber que fue atendida con toda benevolencia.
Los cadáveres de los catorce ahorcados permanecieron enterrados en el huerto de la iglesia de San Martín hasta el 23 de abril de 1824. Ese día se inició la exhumación. Así lo cuenta un apunte en el Libro de Difuntos parroquial, orlado con dibujo de elegante filacteria sobre la que escribió el párroco, D. Blas Pardo Castillo, CORPORA IPSORUM IN PACE SEPULTA SUNT. Esta artística referencia que destaca sobre el resto de las existentes en dicho libro, nos relata la decisión tomada por las fuerzas vivas de la localidad el 19 de abril del año citado. Por ella acordaron "por unanimidad el piadoso y religioso asunto de la traslación de los huesos de los catorce asesinados por los franceses […] se empezó la exhumación de las víctimas sacrificadas al furor del impío Napoleón el veinte y tres del mismo mes, habiendo logrado reunir todas las reliquias de los inmolados, las que, con la decencia posible, fueron conducidas el día siguiente a la iglesia parroquial seguidas de un tierno llanto que evidenciaba el dolor que ocupaba al numeroso concurso que se reunió de los pueblos de Villárdiga, Villalpando, Tapioles y Cañizo y Cerecinos. Enseguida se les hizo y cantó un solemne entierro con misa, después de la que dijo un discurso alusivo al asunto el presbítero D. Jerónimo Camuirán, natural de la ciudad de Oviedo, orador que fue en la Semana Santa de este pueblo. Se enterraron bajo la tarima del altar de las benditas ánimas, que está enfrente de la puerta principal".
Hoy ya no existe ese altar pero son muchos los vecinos de San Martín que, como Esther Lera, todavía lo recuerdan. Un gran cuadro de la Virgen del Carmen ocupa su lugar. No sé si es pura casualidad o fue intención del artista que lo pintó, pero en él podemos ver a la Virgen acompañada de los ángeles en actitud de rescatar almas del purgatorio: Dos se hallan ya fuera de él y otras catorce esperan implorantes ¿Es un recuerdo a los dieciséis inmolados? En cualquiera de los casos, después de esperar dieciséis años, como reza la leyenda latina que encabeza el escrito, SUS CUERPOS ESTAN SEPULTADOS EN PAZ. Su sacrificio generoso bien merece ese descanso y el homenaje de sus paisanos tanto como el de todos los amantes de la independencia de su patria.
Además de las pérdidas humanas e inmobiliarias relatadas, también sufrió esta villa la ausencia de las artísticas que contenía su iglesia parroquial. Están anotadas en el inventario realizado en 1816 como plata llevada a Zamora, por orden del Intendente, para abonar las contribuciones impuestas por los franceses:


- La cruz parroquial que pesó 5.175 gramos

- Incensario y naveta, 1.445 gr.

- Vinajeras, plato y copón, con dos remates de la cruz, 544 gr

- 2 coronas y una media luna de Ntra. Sra., 5.373 gr.

Además del valor artístico, que no sería escaso en cada una de las piezas, el peso bruto de la plata supera los 12 kilos y medio, que nunca volvieron a su lugar.
Algunos presos de uno y otro bando
Además de los ya citados que permanecieron prisioneros en Cubillos y Valladolid, los protocolos notariales nos han permitido conocer algunas otras personas que sufrieron prisión durante estos años de la invasión:
Fray Lorenzo López, capellán del hospital militar español establecido en la bonita ciudad portuguesa de Freixo de Espada a Cinta, certifica la muerte de Rafael Hernández Gavilán, natural de Fuentesaúco, al caerse desde la torre del castillo donde lo habían encerrado las tropas españolas. No da explicación de los motivos por los que estaba prisionero pero la deserción o el afrancesamiento están entre los más probables.
Causa más respetable es la que, en 1809, llevó a las cárceles salmantinas guardadas por los franceses al cura y al juez del Estado Noble de Cañizal. En ellas permanecieron hasta que sus convecinos abonaron la multa de 3.800 rs con que los soldados imperiales castigaron a los habitantes de ese lugar "por haber abandonado varios carruajes de esta villa las cargas que conducían a dichas tropas". El 13 de diciembre de ese año, Concejo y vecinos acordaron vender la porción necesaria del Monte Guardado para que, reducida a labor, valiese lo que necesitaban para pagar la sanción.
El primer día del año 1813 otorga testamento Dª Narcisa Rossé, esposa de D. José Alarcón, capitán del regimiento de Infantería del Infante"que se halla prisionero en Francia". No conocemos la relación que pueda tener con Zamora, pues sus padres, Simplicio y Josefa, son vecinos de Gerona.
En mayo de 1813 los apoderados nombrados por vecinos y Concejo de Villalube reconocen deudas por valor de de 23.800 reales que les han prestado para pagar "en parte las contribuciones impuestas al pueblo y conseguir la libertad de los presos en clase de rehenes".... Continuara

 

Escrito por: ISAURO PÉREZ RATÓN


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